Granada Abierta entiende que hay otra forma de conmemorar el
hecho histórico del 2 de enero de 1492, sin que nadie se sienta agraviado ni
excluido, y así lo hicimos el pasado 2 de enero de 2016 en la
Fundación Euroárabe. Un acto alternativo e integrador, que promueve el
diálogo intercultural y en el que podemos participar todas y todos.
Con
este acto, hemos rendido homenaje a Federico García Lorca, con motivo
del 80 aniversario de su asesinato. Federico fue el
poeta del mestizaje cultural que dijo NO a la Toma y hablaba del "negro,
el judío, el gitano y el morisco que todos llevamos dentro".
Con nosotros estuvo la poeta Ángeles Mora que hizo una lectura
de versos lorquianos en la que participó el público y Juan
Pinilla, en su doble vertiente de conferenciante y cantaor flamenco,
acompañado por Manuel Díaz a la guitarra, que nos ofrecieron el mejor
flamenco en homenaje a Federico y contra
la Toma. Cerro el acto María Martín, cantando el Himno de
Andalucía.
Francisco
Vigueras, coordinador de Granada Abierta, recordó a otros
intelectuales, como Constantino Ruiz Carnero, Américo Castro, Francisco
Ayala, Carlos Cano o Tarik Alí, que también se manifestaron contrarios a
la celebración de la Toma.
El
investigador lorquiano, Ian Gibson, no pudo asistir al acto por motivos
de salud, pero Juan Antonio Díaz, portavoz de Granada Abierta, leyó en
su nombre el siguiente texto:
Palabras para Mariana y
Federico
En 1931, al volver a España tras
su estancia en Nueva York y Cuba,
Federico García Lorca fue entrevistado por el periodista Gil
Benumeya. Le una declaración
extraordinaria. “Yo creo que el ser de Granada –dijo- me inclina a la
comprensión simpática de los perseguidos:
Del gitano, del negro, del judío..., del morisco, que todos llevamos
dentro”. De los perseguidos. Quedaba cristalinamente clara, así, su opinión sobre las consecuencias de la Toma
de 1492.
Pasaron cinco años. En junio de 1936, dos meses antes de su
asesinato, hubo otra entrevista. Esta vez con Luis Bagaría para el gran diario
madrileño El Sol. Contestó, algo
insólito en él, por escrito. “¿Tú crees
que fue un momento acertado devolver las llaves de tu tierra granadina?”, le
preguntó Bagaría-. “Fue un momento
malísimo- respondió-, aunque digan lo contrario en las escuelas. Se perdieron
una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una
delicadeza únicas en el mundo, para dar paso a una ciudad pobre, acobardada; a
una ‘tierra del
chavico’ donde se agita
actualmente la peor burguesía de España”.
Hay que insistir en que son las
palabras literales del poeta. Palabras contundentes, cada una en su sitio. La Toma constituyó, a su juicio, la pérdida
para siempre de una civilización incomparable, única, fruto de una insólita
mezcla de sangres, idiomas y culturas. Y dio pasó a una ciudad pobre,
acobardada. A una “tierra del chavico”
donde se “agitaba” entonces nada más y nada menos que “la peor burguesía de
España”. Es decir, que conspiraba contra
la legitimidad republicana. No pasó inadvertida en Granada la entrevista, según
me aseguró hace ya décadas Miguel Rosales, el hermano de Luis. Ni inadvertida ni sin provocar duras críticas
por parte de la clase social indicada.
Se puede afirmar que la Granada
que desapareció para siempre en 1492
-“¡ay amor que se fue y no vino! ¡Ay amor que se fue por el aire”
-protagoniza la obra lorquiana, aunque ello se no aprecie siempre de
modo
explícito. Obra profundamente
elegíaca, creada –y causa asombro- en
solo veinte años. Si Granada quisiera un día honrar de verdad a su
poeta, el
mejor embajador suyo de todos los tiempos, suprimiría como fiesta local
la
celebración de La Toma, con los elementos islamófobos que la
caracterizan, y repondría, el 26 de mayo, la de Mariana Pineda,
eliminada por el
franquismo.
Recordemos que, de niño en Fuente
Vaqueros, Federico participó, según su propio testimonio, en canciones de corro
inspiradas por la valentía y el triste sino de Mariana, y que, al trasladarse la familia a la
capital, la estatua en la plaza de su nombre le llegó a fascinar. Era casi inevitable que un día se le
impusiera la necesidad de dedicarle una obra de teatro. Cada vez que releo Mariana Pineda encuentro
más escalofriante el paralelismo de ambas vidas y muertes, como si el poeta intuyera que a él le iba a
tocar una suerte idéntica a la de la
mártir de la Libertad. “Dicen que
es masona” susurra una de las novicias,
y uno piensa en la siniestra delación redactada por Ramón Ruiz Alonso y
sus correligionarios de la CEDA. ¿Tratará de salvar alguien a Mariana? Pedrosa, el juez, está convencido de que no:
“No habrá nadie en Granada que se asome / cuando usted pase con su comitiva. /
Los andaluces hablan; pero
luego...” Y, quizás lo más estremecedor,
la copla premonitoria entonada anónimamente en el jardín del convento, poco
antes de la salida de Mariana hacia el patíbulo: “A la vera del agua, / sin que nadie la viera,
/ se murió mi esperanza”. ¿Cómo no
pensar en Ainadamar, “La Fuente de las
Lágrimas”, la Fuente Grande de
Alfacar cantada por los poetas árabes de Granada, y en el olivo cercano?
A Mariana por bordar una bandera
liberal. A Federico por rojo, homosexual, famoso, rico, protegido de Fernando de los
Ríos, autor de Yerma, hijo de liberal, tener ¡una radio clandestina en la
Huerta de San Vicente por la cual hablaba con los rusos!, adversario declarado
del fascismo y más taras. Repito: Si Granada quiere de verdad honrar a su poeta
hay que acabar con la celebración de la
Toma, entender como positiva la mezcla
de culturas y recuperar el tradicional
día de aquella hermosa víctima
del régimen dictatorial de
Fernando VII, precursor del de Francisco Franco.
Quería decir esto aquí en persona
y pido disculpas por mi ausencia. Espero que el acto resulte muy alentador en
vísperas del 80 aniversario del asesinato del poeta y del inicio de la nefasta
Guerra Civil cuyas secuelas estamos todavía padeciendo.
Un abrazo muy fuerte ¡y adelante
con ánimo!
Ian Gibson
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